Sexo,
orientación, identidad...
El Ángel y el
Oso expresan dudas acerca de lo fugaces que son los valores en esta época de
relativismos.
A: Cuando gobierne el PP espero que impidan esta
iniquidad que supone el llamado matrimonio homosexual. Degrada la institución
familiar cristiana, que es Sagrada desde que Cristo ofició en las bodas de Canaán.
O: Antes de Cristo ¿no habían bodas? ¿ni familias?
¿La familia solo puede ser cristiana? ¿Los budistas se juntan sin más?...
A: No me salga con sofismas. Matrimonio viene del
latín “matrimonium” que significa algo así como “contrato de madre”, ya el
derecho romano proclamaba que el contrato matrimonial se refería a que el
hombre contrataba el uso de la mujer como madre de sus hijos.
O: ¿Los romanos eran cristianos?
A: San Pedro y San Pablo les convirtieron desde el
primer minuto de juego. A partir de ahí, la iglesia verdadera es la romana y no
puede haber matrimonio sin madre.
O: Dicen que en el Islam no se veía así: los árabes
no hablan de “derecho de madre” sino de “derecho de coito”. Por eso, en según
que países del oriente medio, el anillo de bodas se graba con la frase “Mis
genitales tienen dueño”.
A: Los mahometanos son muy liberales en cuestiones de
sexo... para los hombres se entiende. Tampoco ven nada bien el pecado nefando
pero, infieles al cabo, lo practican con prodigalidad. La execrable excusa es
que el pecado grave es el que comete el llamado pasivo (o tomador) en tanto que
el activo (dador) merece mejor tratamiento en cuanto a castigo. El que se deja
dar por el culo traiciona su hombría y remeda la actitud femenil; es el malo de
la película. El que da, en cambio, no deja de hacer lo que se espera de un
hombre como Alá manda. Se ve que los ángeles de ese Dios (que también tiene
ángeles, como todos los dioses verdaderos) apuntan cuidadosamente quién se pone
y quien la pone.
O: No sé. Creo yo más pecador al
dador, pues para lograrlo debe mantener empinada su serpiente fornicatoria, lo
que debe de resultar difícil si uno no se lo está pasando en plan disfrute y
bienquerencia. O sea, si posee buena ejecutoria de mariconería. Nunca hubiera
pensado que, en la ley de Mahoma, peca menos quien da que quien toma.
A: No es usted quien juzga, sino la Santa Madre
Iglesia y su Conferencia Episcopal. El ínclito Rouco ya está salivando ante la
próxima anulación de los matrimonios entre locazas mariconas, o entre fornidas
camioneras lesbianas.
O: ¿Y cómo se llamará ahora el tinglado, “parejas de
hecho” como antes?
A: Claro. De “matrimonio” nada. Y, de paso,
eliminamos los nefastos “divorcios”, que suelen ser el peor efecto secundario
del matrimonio. Al menos entre moñas y bolleras.
O: Pues nada. A eliminar el matrimonio en general,
causa indiscutible de la ola de divorcios y quiebras de la santa institución
familiar cristiana. Ya puestos, se podría derogar la ley del divorcio, declarar
ilegales las bodas civiles de divorciados, obligarles a separarse y volver con
sus primeros cónyuges. Los niños habidos en esos nuevos falsos
"matrimonios" izquierdistas también se deberían considerar ilegales.
Podrían ajusticiarlos, o separarlos de sus pecaminosos padres, incautarlos el
estado para sus ejércitos, o la Iglesia para sus seminarios, y los hijos adoptados
por parejas homosexuales, los deberían devolver a los hospicios.
A: ¡Qué gran idea!
Veamos cómo va
eso del sexo... mismo o distinto, o quién sabe..
La homosexualidad, debelada por el Ángel, es la
sexualidad mantenida entre personas del mismo sexo. Claro que, cuando nos
metemos en este berenjenal que supone hablar del sexo de las personas,
deberíamos tener claro que hablamos de cosas nada sencillas.
¿Cómo definimos el sexo de una persona? ¿Hombre –
mujer? ¿Heterosexual – homosexual – bisexual? ¿Son iguales, en cuanto a
conducta sexual, todos los hombres? ¿O todos los homosexuales? La realidad es
más complicada. Las dicotomías polarizadas, hombre – mujer, por ejemplo,
tienden a ser muy claras, pero plantean problemas en casos ambiguos. ¿Cómo
calificamos a una persona que padece un pseudohermafroditismo y cuyos genitales
son totalmente imprecisos y dudosos a simple vista?
Clasificaciones más amplias (homo – hetero o bi)
añaden diversidad, pero suelen concernir, únicamente, a una de las cualidades
del sexo; en este caso, a la orientación. Homosexual es quien orienta sus
seducciones hacia personas del mismo sexo. Pero no todos los homos se comportan
del mismo modo ni perciben similares formas de identidad.
En realidad, debemos acudir a una calificación
multiaxial. He aquí mi contribución a esta distribución en ejes:
Eje I: Sexo cromosómico (genotipo)
Tipo XX, dando lugar a una mujer.
Tipo XY, dando lugar a un hombre.
Aunque hay otros tipos posibles, a causa de
enfermedades cromosómicas:
Tipo XXY, dando lugar al trastorno llamado síndrome
de Klinefelter
Tipo XYY, síndrome de hipermasculinismo.
En principio, un análisis de los cromosomas aclara
perfectamente el sexo cromosómico de las personas.
Eje II: Sexo aparente (fenotipo)
El fenotipo
corresponde a “lo que se ve”, a la apariencia sexual de las personas.
Distinguimos si alguien es hombre o mujer, observando los caracteres sexuales
primarios (o sea, los genitales) y los caracteres secundarios (pechos,
distribución de la grasa, tamaño de los huesos, etc:)
Existe una enfermedad que se denomina
pseudohermafroditismo, y que se caracteriza por la presencia de características
comunes a ambos sexos en una misma persona., pero la forma de los genitales es
muy ambigua.
Es una enfermedad con diversas causas, y que puede
dar lugar a confusiones, especialmente en medios de bajo nivel cultural. Un
niño, con los genitales ambiguos, puede ser educado como niña, o viceversa.
A veces las alteraciones son muy claras, como
pueden verse en la foto (un pene apareciendo en una hendidura del escroto).
Pero, otras veces, puede resultar mayor confusión, semejando el pene un
clítoris grande y llevando a la idea de que el sujeto es una niña.
Eje III; Identidad
La identidad se refiere a lo que la persona siente
como propio. Un hombre suele sentirse hombre, y una mujer se siente mujer. Pero
existen trastornos de la identidad, que ya pueden aparecer en la infancia. En
este trastorno, el niño siente un agudo y persistente malestar acerca de su
propio sexo, junto a un ferviente deseo de ser del otro sexo, llegando a
afirmar repetidamente que se pertenece a él. No se trata de un simple cambio de
hábitos o conductas (como sería un afeminamiento en varones o una conducta de
marimacho en niñas) sino de la alteración profunda del sentimiento de ser
hombre o de ser mujer. Las estereotipias de conducta luciendo patrones propios
del sexo opuesto serían en este caso un síntoma acompañante.
Los criterios diagnósticos son, para las hembras:
Malestar persistente por el hecho de ser una niña, y deseo manifiesto de ser un
niño (o aseveración de que ella es un niño); aversión a conductas y hábitos
propios del estereotipo femenino; rechazo de las estructuras anatómicas
femeninas (aseverar que tiene, o espera el crecimiento de un pene, negarse a
orinar sentada, afirmación de que ella no desea que le crezcan los pechos ni
tener la menstruación). Para varones: malestar persistente por ser un niño,
deseo de ser una niña y/o manifestación de que es una niña; preferencia por
estereotipos de conducta femenina (vestidos, juegos, pasatiempos); rechazo de
las estructuras anatómicas masculinas (aseverar que al crecer se convertirá en mujer,
que desea la pérdida de su pene y testículos, o que sería mejor no tener
testículos). Tanto para niños como para niñas es válido el criterio de aparecer
el trastorno antes de la pubertad.
Es probable que, para estos problemas, actúen como
factores predisponentes unas condiciones ambientales que no han reforzado
suficientemente los papeles masculino o femenino correspondientes. Ya sea por
ausencia de algún progenitor o por excesiva ligazón al del sexo opuesto, ya sea
por una política de débil reforzamiento de las pautas de conducta
correspondientes al sexo anatómico real.
Una vez alcanzada la pubertad, el trastorno de
identidad sexual pasa a convertirse en tranxesualismo, que -junto a la
inadecuación por el propio sexo anatómico real, comporta una preocupación sobre
cómo deshacerse de las características primarias y secundarias sexuales del
otro sexo.
Se relaciona este problema con el trastorno de
identidad sexual prepuberal y, sea como sea, tiende a producirse (aunque no es
condición necesaria) en el contexto de una relación familiar alterada. Los
varones, a la larga, pueden buscar ayuda en las clínicas especializadas en la
resolución quirúrgica de estos problemas, aunque también las mujeres -en menor
proporción- pueden hacerlo. Es prudente subdividir este trastorno en relación a
la orientación sexual del individuo: asexual, heterosexual u homosexual (que de
todo hay). Curiosamente la percepción "homosexual" es negada por
muchos de esos sujetos, que dicen sentirse atraídos "por el otro sexo",
al cual niegan su pertenencia por más que los elementos anatómicos y
cromosómicos tengan algo que decir.
Existe un trastorno de identidad que corresponde al
transvestismo no fetichista. El sujeto siente el malestar propio de los
trastornos por identidad sexual, no llega a tener la preocupación acerca de
cómo eliminar los detalles anatómicos que considera sobreañadidos, pero se
transviste en forma recurrente o persistente (y no con la finalidad de hallar
placer o excitación, como en el caso de los fetichistas). También estos casos
se subdividen en homosexuales, asexuales y heterosexuales, con las mismas
complicaciones semánticas ("todo es según del color...") antes
advertidas.
Eje IV: Orientación
De hecho la clasificación no es tan simple como la
hemos expuesto. Dos autores americanos, L.M. Terman y C.C. Miles, publicaron en
1936 un estudio sobre sexualidad en el que proponían una clasificación de la
orientación sexual en siete apartados, que ellos interpretaban como dependientes
de la masculinidad o femineidad de la propia personalidad. Los grados de la
escala son los siguientes:
·
Exclusivamente
heterosexual.
·
Predominio
heterosexual en las conductas. Sólo accidentalmente homosexual. Con algún
pensamiento homosexual.
·
Predominio
heterosexual, pero con alguna conducta homosexual más allá de lo accidental.
·
Heterosexual y
homosexual por igual. Bisexual.
·
Predominio
homosexual, pero más que accidentalmente con conductas heterosexuales.
·
Predominio
homosexual en su comportamiento pero con alguna conducta heterosexual más allá
de lo accidental.
·
Exclusivamente
homosexual
Eje V: Comportamiento social (rol)
No es infrecuente que algunos homosexuales varones
tengan conductas que representan una exageración de los estereotipos femeninos.
A esto se llama “llevar plumas” o “enseñar pluma”, en referencia a las “boas”
de pluma propias de los años veinte o de las coristas de cabaret. Los gays que
“se empluman” suelen llamarse “locas” o “locas con pluma”. De todas formas,
conocemos gays muy serios, en su vida pública, que, en el ambiente propio de
los gays, se empluman y se comportan de forma exageradamente afectada, incluso
refiriéndose a sí mismo en género femenino (“¡Estoy de cansada...!”)
De similar forma, algunas lesbianas, aún orgullosas
de ser mujeres (identidad femenina) adoptan actitudes hombrunas, de marimacho,
exagerando tales características con afectación.
Eje VI: Conductas sexuales
Nos referimos aquí a las preferencias que las
personas tienen para el momento de tener relaciones sexuales. Las variables son
muy numerosas. Desde gentes que practican únicamente coitos destinados a la
procreación, en plan “postura del misionero”, hasta los que únicamente gozan
con la masturbación autoaplicada mientras miran pornografía.
Pasando por toda la inmensa gama de actividades,
“especialidades”, lugares, parejas, fetiches, etc. Que cada cual quiera
manejar.
Por lo tanto…
Hay que recurrir a los seis vectores. A veces te
encuentras con casos particulares muy enmarañados. Por ejemplo: un varón (sexo
cromosómico varón, sexo aparente varón) con identidad masculina marcada (“Soy
muy macho, los tengo muy bien puestos”) puede tener orientación homosexual y
deleitarse por varones, en tanto que, en según qué momentos, su conducta puede
ser de “loca con pluma” a pesar de su apariencia hercúlea y su bien poblado
bigote.
Tengo dos amigos transexuales, que con sexo
cromosómico varón y apariencia varón, se operaron para ser mujer, porque se
sentían mujer (identidad mujer, ahora apariencia mujer), con conductas
delicadamente femeninas y orientación lésbica. Se han transformado en mujeres,
para mantener sexo con otras mujeres.
Es probable que la división en seis ejes no
complete la solución del problema. Podríamos añadir sub ejes, especialmente en
el Eje VI, que la cantidad de prácticas (más o menos conocidas o curiosas)
abarca números notables.
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