9 ene 2014

CONCEPTUALIZACION DEL CUERPO-MENTE.-otro enfoque.

El cuerpo: enseñar-esconder
El cuerpo: enseñar-esconder.
Hoy vamos a hablar del área 2, según el esquema propuesto por Pichon-Rivière. Me refiero al cuerpo.
Lo primero en que caí cuando preparaba esta intervención fue: ¿Qué cuerpo? ¿Les hablo de mi cuerpo? ¿Del cuerpo de mis pacientes?
Además, es un tema que puede enfocarse desde muchas perspectivas. Cualquier especialista tiene algo que decir sobre el cuerpo: filósofos, sociólogos, biólogos, psicólogos, médicos... Pero aunque pudiéramos reunir todas esas visiones, el todo seguiría siendo más que la suma de las partes.
Mientras pensaba en este tema, me venía a la cabeza la idea de que “el cuerpo lo es todo”, desde dónde vives, sientes, recibes, envías, pero… habría que contar algo más, ¿no?
Las siguientes reflexiones no necesariamente tienen un hilo claro, todo es un tanto “orgánico”, digamos.
Por mi formación médica, me pregunté: ¿Es el cuerpo un conjunto de órganos y sistemas? ¿Es el cuerpo el conjunto de doscientos seis huesos, seiscientos cincuenta músculos y nueve sistemas más interrelacionados entre ellos?… ¿Eso es todo?
Porque muchas de las actividades humanas como pensar, sentir, o planificar no son visibles por los demás a menos que decidamos comunicárselas. O sea, que mientras que las actividades de nuestro cuerpo son públicas o visibles, nuestras cogniciones, deseos o intenciones, sin embargo, permanecen ocultas (si nosotros queremos) al observador. La constatación de esta distinción público/privado en las actividades humanas históricamente dio lugar a la suposición de que tendrían diferente origen. Por un lado el cuerpo sería el soporte de las actividades públicas, visibles, exteriores. Las actividades ocultas como el pensamiento o lo que sentimos, tendrían su origen en la psique, el alma, el espíritu, la mente.
Ese dualismo cuerpo-mente, donde la mente es una sustancia inmaterial que habita en el cuerpo, ha dado lugar a muchas meditaciones, abstracciones que crearon disciplinas que estudiaran el funcionamiento de estas dos caras de una misma moneda. Así llegó a delimitarse lo que era la fisiología (ciencia que estudia el funcionamiento del cuerpo) y la psicología (ciencia que estudia los procesos mentales o los comportamientos).
En el extremo opuesto se planteó otra posición, a finales del XIX, que llevó a neurólogos y psicólogos a abandonar toda distinción entre mente y cuerpo (monismo la llamaron).
Partiendo de esas visiones opuestas, se han ido encontrando diversas síntesis. Por ejemplo, John Searle (1985)propone una solución al problema equiparando la relación entre procesos mentales y cerebro, a la de la digestión con el estómago. También Laín Entralgo (1989) propuso una unidad mente-cuerpo, concluyendo que lo verdaderamente anímico es el cuerpo humano. La relación de la conciencia con el cuerpo es como “la expresión unitaria de una realidad, la humana, que esencialmente es, a la vez, cuerpo y psique”.
Acerquémonos a dos conceptos.
Si hablamos desde un punto de vista anatómico-neurológico nos topamos con el concepto de esquema corporal (Ajuriaguerra, 2000) que se define como “la representación más o menos consciente de nuestro cuerpo, inmóvil o en acción, de su disposición en el espacio, de la postura respectiva de sus diferentes elementos, del revestimiento cutáneo por el que se halla en contacto con el mundo, la piel”. Sabemos además que existen regiones cerebrales concretas encargadas de la construcción de ese esquema corporal (lóbulos parietales, tálamo y el sistema somatoestésico).
Además existe un filtro sensorial que de forma más o menos automática e inconsciente, aunque sometible en parte a la conciencia, condiciona nuestras percepciones del cuerpo. Distorsiones en ese filtraje (situado en los lóbulos parietales) podrían explicar alteraciones perceptivas de pacientes con anorexia, en mujeres normales embarazadas o durante la adolescencia.
Para Pichón-Rivière (1959) “el esquema corporal es la imagen tetradimensional que cada uno de nosotros tiene de sí mismo”. Lo concibe como una estructura social configurando nociones de espacio y tiempo que rige muchos aspectos del vínculo con el otro.
Bergson (2006) se refirió al cuerpo propio como “la única realidad que me permite superar la oposición entre el espíritu y la materia o como una imagen que yo conozco no sólo por fuera, mediante percepciones, sino también por dentro mediante afecciones”.
Dolto (1984) señala que el esquema corporal es más o menos el mismo para todos los individuos de una misma edad que viven en el mismo clima, mientras que la imagen del cuerpo es propia de cada uno porque está ligada a la historia libidinal del sujeto.
La vivencia corporal va transformándose ya que nuestro cuerpo no tiene una apariencia constante y cambia continuamente con los años, por enfermedades, embarazos…
Otra cosa es la mirada estética que se dirige al cuerpo. Fijémonos en cómo el ideal que los seres humanos hacen de su apariencia varía enormemente a lo largo de los siglos, por ejemplo con la valoración de la obesidad (Rubens). Asimismo el género, la edad, la identidad sexual, el color de la piel, las circunstancias del entorno y nuestra adaptación más o menos adecuada a él, condicionan la vivencia que tenemos de la corporalidad.
¿Por qué plantearos todo esto?, ¿por qué mi interés?
Después de este año tratando con médicos y enfermedades orgánicas os diría que para mí toda la medicina es psicosomática. No podemos separar a ese cuerpo/órgano enfermo de su cerebro y su psique. No tener esto en cuenta lleva a la medicina actual, positivista y basada en la evidencia a errores, a no entender el proceso de enfermar de “esa persona”. Para ello, entonces, llaman al psiquiatra/psicólogo. Mientras la dualidad cuerpo-mente se ha visto progresivamente superada por otras disciplinas, la medicina continúa siendo dualista.
Para pensar todo esto de forma un poco ordenada, me he valido del modelo biopsicosocial de integración, que es como define la OMS a la salud o de autores como Pichon-Rivière que con sus tres áreas ya anticiparon lo que hoy es lugar común.
Os introduzco en mi entorno laboral (hospitalario, pacientes sobre todo digestivos…). Un ejemplo de patología digestiva:
-Lo biológico: la serotonina juega un papel esencial en la génesis y evolución de la patología digestiva. Todo el sistema digestivo está bañado por serotonina. El sistema límbico contiene al sistema deglutorio.
-Lo psicológico: rasgos de personalidad como la alexitimia que se han relacionado especialmente con este tipo de patología o, por ejemplo, los estilos de afrontamiento.
-Lo social: factores estresantes crónicos y repetidos, incluso abusos sexuales se han dado como factores que inciden en la evolución de estas patologías.
Pichon-Rivière, con su teoría única de las enfermedades mentales, establece que la principal diferencia que existe entre ellas es el área de expresión de los conflictos, ya sea en la mente, en el cuerpo o en las relaciones con el mundo exterior. Teniendo presente que siempre está comprometida la totalidad de la persona, aunque con el predominio de una de las áreas.
Por ejemplo, un sujeto configura en un momento dado una enfermedad psicosomática con el propósito de “librarse” de la psicosis. Tiene así la gran ventaja, desde un punto de vista social, de que esta enfermedad no aparece incluida en la categoría de alienación. El sujeto que la padece es considerado como un enfermo del cuerpo y no es reconocido como un enfermo mental.
Dado que estamos en un grupo, pensando en grupo, miremos desde un punto de vista social, cuerpo y grupo, cuerpo y cultura…
Mary Douglas (Aguado Vázquez, 2004) dice:
…El cuerpo humano es imagen de la sociedad y, por lo tanto, no puede haber un modo natural de considerar el cuerpo que no implique al mismo tiempo una dimensión social. El interés por las aperturas del cuerpo dependerá de la preocupación por las salidas y las entradas sociales, las rutas de escape y evasión. Donde no exista una preocupación por preservar los límites sociales no surgirá tampoco la preocupación por mantener los límites corporales. La relación de los pies con la cabeza, el cerebro con los órganos sexuales, la boca con el ano expresa los esquemas básicos de la jerarquía. En consecuencia adelanto la hipótesis de que el control corporal constituye una expresión del control social y que el abandono del control corporal en el ritual corresponde a las exigencias de la experiencia social que se expresa. Aún más, difícilmente podrá imponerse con éxito un control sin que exista un tipo de control equivalente a la sociedad. Y finalmente, ese impulso hacia la búsqueda de una relación armoniosa entre la experiencia de lo físico y lo social debe afectar a la ideología. En consecuencia, una vez analizada la correspondencia entre control corporal y control social tendremos la base para considerar actitudes variantes paralelas en lo que atañe al pensamiento político y a la teología.
El dominio sobre nuestro cuerpo es cambiante en función de la sociedad en la que vivimos. En la antigüedad, el cuerpo del esclavo era propiedad del amo. Actualmente, la donación de órganos, el aborto, los piercings y tatuajes, fumar, la homosexualidad, el suicidio (hasta hace muy poco el suicidio estaba penado por la ley y al que se suicidaba se le dejaba sin funeral o sus bienes pasaban al estado)… O por ejemplo la cirugía estética, las atrocidades a las que se someten muchísimas personas que “libremente” deciden practicarse esas intervenciones, porque su cuerpo es suyo.
El tema del autocuidado al propio cuerpo es controvertido, y se ha visto como inmadura esa preocupación excesiva por el cuerpo. Se supone que uno no debería mimarse y se buscan disculpas cosméticas para hacerlo. Por ejemplo, un niño puede acariciarse la parte dolorida de su cuerpo, pero no así un adulto. El adulto tiene que buscar formas más indirectas y enmascaradas de cuidar su cuerpo: utilizar cremas y aceites médicos para masaje o broncearse, actividad en la que socialmente se acepta el permitirse largos periodos de pasividad dejando que el calor juegue con la piel.
En el cuidado de sí mismo está implícito el cuidado materno y se aprecia hoy una asociación entre el tener una apariencia física agradable y el hecho de llevar una alimentación adecuada, tal como las madres lo reiteran a sus hijos en un su momento (incluso en edades avanzadas)… ¿Qué pasa con quien deja de comer? ¿A quien va dirigido ese daño?, ¿a uno mismo? O quien se descuida físicamente… ¿se agrede, se corta, se daña?
Tatuajes, piercings o el daño propio versus el beneficio del que mira.
Maquillajes, vestidos, etc., son un intento de crear un “ideal de nuestro propio cuerpo”.
Se han hecho estudios en donde se preguntaba a personas por la calle por qué vestían esa ropa. Entre las mujeres, algunas contestaban que por comodidad, otras para estar más atractivas y seducir a los hombres y otras para generar una impresión estética favorable; en cambio todos los hombres decían que se vestían así para evitar la desaprobación del entorno, pues la coquetería masculina no esta socialmente aceptada.
Otra. El ser humano tiende a sentir ansiedad cuando se enfrenta a un cuerpo muy diferente al suyo. Por malformaciones, cicatrices, quemaduras, sexo, edad, raza, gordos y delgado. El cuerpo muerto genera también mucha ansiedad y nuestra cultura tiende por ello a evitarnos la visión de cadáveres. Las personas mayores deben enfrentarse a la aceptación progresiva de los signos de su deterioro físico. Las ancianas ven incluso puesta en cuestión su feminidad ante esos cambios. O las mujeres embarazadas que experimentan transformaciones físicas importantes durante un breve periodo de tiempo, pero se adaptan rápidamente a ellas.
También la trama del racismo pasa por ahí. Por ejemplo se explica el temor de un hombre blanco a uno negro por si por empatía o contagio se acabara volviendo negro él también. Se sugiere que “lo negro” evoca prejuicios relacionados con otros conceptos negativos tales como los de diablo, suciedad, antidios… Incluso hay autores que apuntan que los blancos proyectan en los negros todos los sentimientos de suciedad y de aversión hacia su propio cuerpo.
Las actitudes hacia nuestro propio cuerpo juegan un papel importante en las relaciones interpersonales, en la forma en que uno se viste, en el prejuicio racial, en la utilización del espacio de las ciudades y en otros muchos aspectos de la vida humana.
Os voy a comentar para terminar dos viñetas clínicas que giran en torno a lo desarrollado hasta ahora.
Caso clínico 1: El cuidado del cuerpo descuida el de la mente.
Juanma es un hombre de treinta y dos años. Tercero de tres hermanos. Trabaja como periodista. Buena adaptación sociofuncional y sin antecedentes psiquiátricos previos. Buen soporte familiar. Ingresado en oncología por tumor cerebral en estadio irreversible y en cuidados paliativos, pendiente de ciclos de quimioterapia.
Nos realizan interconsulta porque el paciente pide el alta voluntaria “para ir a suicidarme a mi casa” y necesitan una valoración de su estado mental.
El médico insiste en que es necesario para el “cuidado de su cuerpo” seguir una pauta farmacológica, la quimioterapia… Avisan a la psiquiatra. Y yo como psiquiatra me pregunto: ¿Es siempre una idea de suicidio patológica? ¿Hay que darle el alta? Dudas… si realmente hubiera querido suicidarse, ¿lo hubiera verbalizado? O ¿simplemente hubiera pedido irse a casa para estar más cómodo?
Caso clínico 2: El cuidado de la mente descuida el del cuerpo.
Juana es una mujer de cuarenta y siete años. Separada. Dos hijos. Enfermera. Antecedentes referidos de personalidad ansiosa y tratamientos con antidepresivos y ansiolíticos durante años.
Ingresada para estudio de posible trastorno digestivo. Nos realizan interconsulta por bajo peso y dificultades para comer. Durante las entrevistas de valoración se constata clínica compatible con un trastorno de la conducta alimentaria. El médico que asume su patología mental, pretende darle el alta hospitalaria con un índice de masa corporal (IMC) de 13. Pero ¡por debajo de IMC 15 es necesario el ingreso para nutrición forzosa!... pero “como es paciente psiquiátrica…”. Primero planteémonos que llegue a un IMC de 15, y luego ya abordaremos su trastorno mental. Nuevamente el dualismo.
Lo corporal y lo mental están necesariamente unidos aunque intentemos separarlos. Y aquí os traigo expresiones de nuestro idioma que lo ponen de manifiesto de una forma muy viva (Varela y Kubarth, 1996).
Tirarle de la lengua, subírsele a la cabeza, tener horchata en las venas, pegar la oreja, estar hasta los cojones, decírselo en sus propias narices, ponerle los nervios de punta, ir con la frente bien alta, romperle el corazón, no caberle el corazón en el pecho, ser el ojito derecho de..., echar un ojo, comérselo con los ojos, enseñar los dientes, meter la pata, estar en buenas manos.
Todo ocurre en la frontera. Es siguiendo la frontera como se pasa del cuerpo a lo incorporal. Paul Valéry expuso esta idea agudamente en la expresión: “lo más profundo es la piel”.

HOLISTICA Y TERAPIAS ALTERNATIVAS, S.C.

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